martes, 16 de diciembre de 2008

EL SUEÑO AMERICANO

*o porqué, en lugar de sueño, es pesadilla
*o porqué el sueño de Obama corre peligro
*o porqué el sueño de Piñera es un fraude.

Por allá, a mediados de los cincuenta, la gente que quería “cultivarse” rápidamente, (fast culture, digamos) compraba Reader’s Digest. El librito se agotaba en quioscos y siempre traía una historia “edificante”: un niño, o niña, pobre, pobre, que, gracias a su trabajo y perseverancia, ahorrando pesito a pesito, pasando hambre, frío y miedo, se convertía en rico, rico, empresario millonario, banquero billonario, petrolero trillonario, en fin, dueño de money y más money.
Era “el sueño americano”, pasar de pobre a rico en “la tierra de las oportunidades”, o sea, en los EE UU. Una consigna nacida en el siglo XVI para incentivar a los aventureros británicos que llegaban a las colonias. Una “pomá” pa’pobres que subsiste hasta hoy.
Se la siguen tragando los inmigrantes, especialmente latinos, que abandonan sus ranchas, ya sin esperanzas en esta América nuestra, para irse a lavar platos, limpiar excusados, freír hamburguesas o prostituirse en esa América de ellos, la tierra de la abundancia.
Y se la tragan, especialmente, los propios estadounidenses pobres. Incluso ahora, en diciembre del 2008, en plena crisis provocada por los desatinos del Defensor de la la Tierra de la Libertad (Bush, ¿POR QUÉ EL ZAPATAZO NO LE HABRÁ DEJADO UN OJO POCHO?).
No hay caso. La “pomá” se sigue vendiendo en medio de 36,5 millones de estadounidenses por debajo del umbral de pobreza, 47 millones sin ningún tipo de cobertura médica, 1,1 millones declarados en bancarrota, casi 3 millones de desempleados, diez mil desalojos semanales por dividendos impagos, ola de suicidios en Nueva York, Denver, Michigan…
En fin, así el mundo caiga a pedazos, el sueño americano se mantiene.
Con ese lema en la frente, los gringos pioneros, con una mano por delante y otra por detrás, conquistaron el nuevo mundo a punta de balazos, matándose entre ellos y asesinando indios como quien aplasta pulgas.
Y con la misma consigna, los gringos de hoy rindieron pleitesía por cuarenta años a Bernard L. Madoff, el salvavidas de playa que partió con 5 mil dólares y, “con trabajo y esfuerzo”, se convirtió en Presidente de Nasdaq, la bolsa de comercio electrónica más grande de Estados Unidos que llega a transar más de 6 billones de acciones en un día.
El sueño americano: hacer más y más dinero.
Fiel a la consigna, el broker Madoff construyó una pirámide que los financieros conocen como “esquema de Pozzi” y nosotros como Cutufa: yo le ofrezco un interés soñado, muy por encima del resto, usted me pasa su plata y yo le pago con la plata de los otros que también sueñan y quieren ganar como usted, hasta que los primeros y usted se angustian y me piden la plata de vuelta. Entonces…
Plop. El sueño se convierte en pesadilla.
“Estoy acabado. No tengo nada. Todo era una gran mentira”, confesó Madoff, cuando llegó el FBI a su departamento en Manhattan.

PORQUE, EN LUGAR DE SUEÑO, ES PESADILLA
Nada, bluff, “una gran mentira”.
El sueño americano se convierte en pesadilla de pobres: el 50 por ciento más rico de los estadounidenses recibe el 87,17 por ciento de los ingresos totales del país. Y el 50 por ciento más pobre, sobrevive con 12, 8 por ciento. ¿Son cifras fijas o que mejoran? Nooo. En los últimos 30 años, el 1 por ciento de los más ricos agrandaron su mascada de la torta en 87,67 por ciento.
En una sociedad tan injusta, la única manera de ser rico, RICO, es saltándose las reglas: como los que fueron a venderle casas al negro pobre de Alabama que no tenía cómo pagar, como el mismo mísero negro que se tentó porque era como ganarse la lotería, como los banksters que ataron estas deudas tóxicas en paquetes y las vendieron y revendieron, como Madoff que jugó y jugó hasta el desmadre.
Uno se pregunta: ¿por qué el sueño americano se concentra sólo en ser rico, muy rico, cada vez más rico?. ¿Por qué no se encamina a prometer, en vez de una mansión, una casa digna, en vez de yates y jets privados, una buena educación para los hijos, porqué en vez de güisquis y fashion y golf y ressorts privados y qué sé yo, no promueve una manera de vivir solidaria, generosa, justa, una vida en la que, en lugar de crecer el dinero, se agranden las neuronas y seamos todos , no millonarios, sino más inteligentes y generosos, ¿a lo mejor, hasta felices?.
No hay explicación para este exagerado materialismo. Los gringos son el segundo país más religioso entre los desarrollados, Bush fue reelegido por los evangélicos fundamentalistas. Durante su campaña, una corresponsal noruega, Kristine Nielsen, se quedó helada al escuchar que los partidarios decían “amén”, luego que Bush hablaba.”Era escalofriante”, comentó.
Los mi, bi o tri-llonarios asisten sagradamente a los servicios religiosos. Los pioneros eran mayoritariamente mormones. Madoff, judío observante.
En fin, el sueño americano nace de esa mezcla espuria de ricos beatos, millonarios implacables en la conquista del money y fervorosos creyentes en el Dios que prefiere hacer pasar un camello por el ojo de una aguja antes que dejar entrar a un rico al reino de los cielos.
Mixtura insólita que define el “alma profunda” de los WASP, white anglosaxon and protestant people.


PORQUE EL SUEÑO DE OBAMA LO PONE EN PELIGRO
WASP. Todos los presidentes de EE.UU. han sido blancos anglosajones y protestantes, con excepción de Kennedy, que era católico y de Obama que es negro. Y si al primero lo asesinaron, a este último...
Ay, que no le vaya a pasar algo, es la muda súplica de miles en el mundo que miran avanzar al espigado Obama por entre las redes de intereses tejidas en décadas por los vencidos con su nominación.
Derrotados altamente peligrosos: los neocons, un sector profundo del partido conservador, consagrado al neoliberalismo puro, neoliberalismo talibán que Milton Friedman estrenó en Chile en el 74 y que se expandió por el mundo en los 80 con la Thatcher y Reagan. Y que siguió con Bush padre y Bush hijo, engordando y especulando sin control en Wall Street, llenando sus bolsillos con las ganancias del petróleo y la guerra- negocio.
(Junto a las bombas que cayeron sobre Irak llegó una multitud de empleados a contrata de empresas que se hicieron millonarias privatizando la guerra. Instalaron verdaderas ciudadelas de lujo, puentes, trincheras, espectaculares instalaciones sanitarias, de luz, gas, tv, comida, ropa, lavandería, lugares de entretención, hoteles, piscinas, bares y restaurantes, en medio de la ruina, la enfermedad y la muerte del país invadido. Igual que el zapatazo de Bush, milicianos iraquíes se encargan, de tanto en tanto, de lanzar proyectiles a estos edificios).
Porque, esta guerra, especialmente, ha dado mucha plata. Y ahora que perdieron las elecciones, ¿irán estos señorones a permitir que un Presidente negro les termine la fiesta?
Ay.
Yes, we can, asegura Obama y con el mismo lema de su campaña insiste en el sueño americano. En medio de los mejores augurios, esperanzas y buenas vibras anuncia regulaciones a los brokers codiciosos , impuestos para ricos, políticas medioambientales que elevan costos y reducen utilidades y gastos fiscales en ayuda de los que han pagado el pato en este desmadre: los soñadores pobres.
¿Podrá?. “Si es que no lo matan”, se le escapó al sociólogo Alain Touraine, dejando tiritona a la periodista Carmen Aristegui de CNN, durante la campaña presidencial. El francés agregó “pero si en EE UU ya es costumbre”.

*PORQUÉ EL SUEÑO DE PIÑERA ES UN FRAUDE
Claro, no sólo han matado Presidentes, hasta inventaron una guerra y, según Michael Moore, incluso habrían tramado el desplome de las Torres Gemelas. Es que las redes del neoliberalismo talibán son demasiado poderosas, crueles y afirmadas por la religión. Ellos miran la naturaleza como espacio inagotable para explotar, comprar, vender, hacer dinero. Y al género humano, viejos, jovenes, niños, todos, como potenciales consumidores.
Su palabras sacrosantas son : rentabilidad y riesgo. Y sus palabras satanizadas: impuestos y justicia social.
Piñera es un empresario de esa cofradía. Sus 1.200 millones de dólares, la mitad al menos, los consiguió bajo Pinochet y no, precísamente, ofreciendo buenos trabajos y buenos sueldos, sino en el juego de la Bolsa, comprando y vendiendo empresas con sus empleados incluídos, como un elemento más.
Su base de apoyo tiene la misma mescolanza extraña que la de Bush: los neoliberales chilenos, más puristas que sus gurús de Washington, y los cruzados de la llamada “agenda valórica”, del matrimonio para toda la vida, de las familias “bien” constituidas, del no a la píldora del día después y ta, ta, ta.
Su discurso se refiere a un sueño, “mi sueño” dice cuando se inspira, y Chile le parece una tierra de abundancia donde hay que hacer florecer miles de negocios que den trabajo e igualdad de oportunidades para todos.
¿Cómo? Con buena gestión eficiente (o sea, seguir achicando y privatizando el Estado), con flexibilidad laboral (bajando sueldos, impidiendo sindicatos), con padres que puedan elegir la educación de sus hijos (o sea, educación privada), con pacientes que puedan elegir sus hospitales y médicos (o sea, privatizar al máximo la salud pública).
Comprar ese cazabobos, especialmente ahora que la cordura mundial anuncia una reversa hacia políticas de más Estado, de más regulación para los privados, de más protección social, sería volver a crear en Chile un bastión del neoliberalismo.
Sería volver a comprarnos “la pomá” pa’ pobres, el fraude del “sueño americano” que se desploma y agoniza en el resto del mundo.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El Mercurio: editorialistas con pasamontañas

El Mercurio: editorialistas con pasamontañas


Me había resistido, pero fui a ver El Diario de Agustín. El tema me bloquea, me duele. Pero saqué fuerzas y una tarde calurosa me metí en una sala en penumbras para ver cómo se ve de afuera lo que yo viví adentro.
Realicé mi práctica profesional en El Mercurio con las últimas linotipias, en los años de la toma de la Católica, el asesinato de Pérez Zujovic, los cristianos por el socialismo. Y regresé a la empresa a fines de los 70, plena dictadura, hasta mi renuncia en el 92.
O sea, trabajé con tres directores desclasificados por El Diario de Agustín.
Con el “colorado” Silva Espejo. Los amigos de mi padre, Juan De Luigi, aseguraban que él le puso el mote en furibundas diatribas desde el diario El Siglo, Extra y Ultima Hora. Todo el ímpetu italiano y comunista de mi progenitor lanzado contra el “colorado” por su anticomunismo y simpatías nazis.
Con Arturo Fontaine. Lo vi bajar con sus bártulos, humillados sus modales de caballero, literalmente arrojado por Agustín Edwards por la espléndida y señorial escalera de calle Compañía, ante la mirada incrédula de sus empleados.
Y con Agustín, claro, el dueño, “el patrón”, como alguien dice sin vergüenza en el documental.
Aquella escalera de El Mercurio era como la de “Lo que el Viento se llevó”.
Y eso es lo que me pasa, que un ventarrón pasó y se largó con todo.
Los chicos enamorados del periodismo, idealistas, con fe de carboneros en la libre expresión, que llegábamos al diario a fines de los 60, recibíamos instrucciones claras: a El Mercurio no se lo desmiente, los “mercuriales” recurren a todas las fuentes y las confirman, en El Mercurio no se redacta, se escribe bien; ustedes son reporteros y cronistas, no tergiversan, no opinan, no editorializan.
Ja. O mejor, snif.
Una ventolera se llevó las palabras. Se las llevó Agustín corriendo a EEUU a pedirle a Nixon que botara el gobierno de Allende, el diario recibiendo millones de dólares para desestabilizarlo, los nuevos “reporteros” acogiendo información de la DINA y CNI para tapar asesinatos, los economistas de Pinochet haciendo triquiñuelas para salvar económicamente a El Mercurio. Y todos, todos nosotros, los “mercuriales” de entonces, señora, somos responsables por no haber ejercido nuestra profesión: por no haber investigado las brutalidades que nos lanzó a la cara el Informe Rettig. Así como los de Copesa de los Picó, los canales y las radios, cuyos dueños no hacían oposición a Pinochet.
Yo hice mi mea culpa y si bien me dio una cierta paz, el horror me persigue como fantasma.
Y, claro, eso es cosa de cada uno. Pero, por la pucha, el tiempo pasa y bajará Dios a preguntarles. Se los digo yo, que no soy católica.
Y que al ver El Diario de Agustín me sobrecogí con los dichos de personas con las que trabajé y respeté. Al señor Alvaro Puga no lo conocí y, al menos, es obscenamente sincero: le faltaron muertos.
¿Pero Arturo Fontaine afirmando que el cierre de Puro Chile, Clarín, El Siglo, le vino bien “porque nos quedamos sin competencia”?.
¿Y María Beatriz Undurraga? Hizo su práctica en El Mercurio en la misma época que yo, linda, ingeniosa, excelente reportera, me consta que traíamos los mismos ideales…
Es que por aquella escalera rodaron los sueños e ilusiones.
Sólo El Mercurio sigue incólume.
Tiene pilares fuertes. Para los periodistas es un imán: se puede seguir pasando piola sin asumir nada, echándole la culpa sólo al “patrón”, pelándolo a sus espaldas y cobrando buenos sueldos. ¿Cuántos han llegado ahora allí, provenientes de la gloriosa oposición a Pinochet?. Y eso que ahora no hay DINA, ni CNI, ni dictadura y Agustín está vivito y coleando.
El Mercurio no caerá nunca porque es un poder fáctico.
Es el poder del dinero, de los acaudalados de este país que son feroces para defender sus intereses (¡ya lo hemos visto!).
Es el poder de la gente “decente”, que es un término muy mercurial para identificar a los con buenos apellidos, los que se encuentran en misa de 12, los emparentados con los que perdieron sus tierras con la reforma agraria, los que vieron sus empresas intervenidas con Allende y las recuperaron con Pinochet, hijos de, casados con, los que veranean en, los que estudiaron en, los que viven en, los que mandan a su proles a los colegios tal.
Es el poder de los cruzados de la llamada “agenda valórica”, confesionales del Opus Dei, Legionarios de Cristos, Schoentatt y otra ramas católicas, ultra conservadores de sus tradiciones y abolengos, hombres que “ofrecen su trabajo al Señor” cuando invierten, cuando especulan, cuando despiden trabajadores, estrictos en la defensa del matrimonio, la familia y la propiedad privada, que fruncen la nariz con la píldora del día después pero miran para otro lado ante la tortura.
Poder de tiburones que, como esos escualos, arrastra a su paso a cientos miles de pececitos parásitos, serviles apitutados y escaladores.
¿Donde está el núcleo de la fuerza de El Mercurio? En los anónimos escribidores de su Página Editorial, equipo de señores embozados, implacables, que dictan pautas, aplauden, fustigan, mienten, manipulan información para que nada toque su imperio y su doctrina.
Ese el verdadero poder en las sombras mercurial, un grupo de encapuchados que ni siquiera la exhaustiva investigación de los tesistas de la Chile, (a todos los felicito, igual que a los realizadores de El Diario de Agustín, Agüero y Villagrán), lograron descubrir.
Cuando nos criticaban de afuera, nosotros, los chicos brillantes de El Mercurio decíamos: “Ah, pero esos no son periodistas. Esos hacen editoriales”.
Como si fuera poco.
Señores editorialistas con pasamontañas, nos derrotaron.
Nos partieron el alma.